Cierro los ojos y huelo a crema solar; a la aterciopelada brisa del mar que sin quererlo me envuelve en suspiros, la misma que acaricia mi larga cabellera al ritmo de su vaivén.
Palpo. La arena cálida y ligera bajo mis pies sostiene esta vulgar mente mía logrando infinitamente inundar mi parecer. A.G.
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